Deporte y especialización vs preparación para el combate

A menudo se comenta en las televisiones y en los foros de Internet que un luchador de MMA lo haría bien si se enfrentara a tal o cual boxeador (normalmente un campeón, tiene que ser alguien conocido).
Ello deviene del abuso al que puede venir sometiendo a sus rivales durante un tiempo más o menos prolongado.
Así, por ejemplo, tenemos a Anderson Silva, que tiene largas extremidades y reflejos de gato y basa su estrategia en el golpeo desde sus distancias, que son la larga y el clinch.


Cuando Anderson tiene un buen día y se dedica a pelear (hay días que ataca y otros que simplemente se limita a esperar a que sus cautos oponentes se decidan a atacar, ofreciendo basuras de espectáculo de 25 minutos, ya que acaban en decisión de los jueces y sin que el espectador haya visto nada bueno), ataca y destruye a sus rivales con exagerada superioridad.





Pues bien, salvo contadas excepciones, lo normal es que los luchadores de un cierto deporte, que entrenan sujetos a las reglas de la competición de que se trate, con sus limitaciones y sus estipulaciones de tiempo, acaben masacrados cuando se meten en un deporte diferente.

El documental de Mark Kerr: The smashing Machine

The smashing machine es un magnífico documental para ver una tarde de domingo con tu novia.

Sale el entrenador figura, Bas Rutten, que lo da todo por el muchacho mientras éste le responde, le reorienta tras un fracaso, saca un nuevo luchador más completo de él y le relanza ante PrideFC, la organización estrella de MMA del momento, allá por el año 2.000, momento de celebración del primer Grand Prix, con su amigo Mark Coleman.

Pero las viejas malas influencias vuelven y reclaman su cuota de poder...

No os lo perdáis.

Va de:
Hostias salvajes, compañerismo, profesionalismo, mujeres, trampas en los negocios, intereses, resurgir como el ave Fénix, juguetes rotos, escrúpulos...